Murió Benedetti, quizás el escritor más famoso de Uruguay. En vez de dedicarle un gris adiós, citando alguna frase, recitando algunos versos, pegando alguna foto, he pensado en reivindicar otros poetas o novelistas uruguayos que se merecen igual o más respeto que el fallecido. No intento con esto eclipsar el dolor de su desaparición, simplemente no me veo lo suficientemente emocionado como para dedicarle sentidas palabras; vago soy entorno a su poesía, que no me acaba de convencer, y solamente un par de novelas suyas he ingerido. Una de ellas, Gracias por el fuego, trata sobre un hombre que planea matar a su padre. Y ese título podríamos bellamente anunciarle a Benedetti, el muerto, entendiendo "fuego" como una metáfora fácil alrededor del arte, la poesia, la vida, la literatura, o un largo y redundante etcétera. Los tipos que siguen me son más o menos familiares, un top 5 de figuras "esenciales" de la literatura uruguaya. Es un conjunto previsible, pero no por ello menos interesante - una reverencia.
Por supuesto empezar toda lista con Horacio Quiroga es ir a seguro. La relación que mantuvo Quiroga con la muerte, mientras vivo, es de una peculiaridad innegable. Vio como seres queridos tiraban la vida por la ventana, accidentalmente o no, y finalmente decidió automatarse; habitual es encontrar en sus cuentos motivos relacionados con ello, un tipo de fascinación turbia que no debería eclipsar otros aspectos de su trabajo. Sin ánimo de enterrar el biografismo, fue también un hombre de aventura, manteniendo un idilio constante con la selva, la jungla, la intemperie. Podemos encontrar en sus relatos premisas puramente fantásticas junto con reflexiones más sociales de los indígenas del territorio; abrió camino para las letras suramericanas mediante una literatura bruta, modernista y atemporal.
Siguiendo un orden más o menos cronológico, aunque saltando unos pocos años, encontramos a Felisberto Hernández, admirado cuentista, con Italo Calvino y Cortázar en su club de fans (y fuera Borges quien publicara su relato "El Acomodador" en la revista Los Anales de Buenos Aires). Felisberto era ante todo pianista, y diversas de sus historias las protagonizan músicos o artistas vagamente similares a él; narrativa breve fantástica basada en la nostalgia y el misterio de los desconocidos, todo dentro de una urbanidad uruguaya. Y todo, por supuesto, inspirado notablemente por el sonido de las notas; dejó su oficio de pianista para dedicarse íntegramente a la escritura, pero evidentemente nunca dejó de tocar el instrumento en su cabeza. Un ambular de pianista absurdo, aquella modestia de acciones, aquella digna invisibilidad que acompañaron a Felisberto y a su obra durante la mayor parte de su vida constituyen el sello de honor de su personalidad literaria.
Juan Carlos Onetti también fue deslumbrado por Felisberto. Onetti es probablemente el gran narrador uruguayo del siglo veinte, con más de quince novelas escritas. Aunque empezó a escribir tardemente, títulos como La Vida Breve, Juntacaveres o El Astillero son piezas fundamentales de la literatura del país, retratos de hombres ciegos, perseguidores de ilusiones perdidas. Bien leídos tenía a Arlt y Conrad, entre otros. Fue encarcelado por la dictadura en 1973, después de lo cual se exilió en España, donde permaneció hasta la muerte. De curioso interés tiene su decálogo para escritores jóvenes, donde llama a la mentira, a la simplicidad, a la lectura de los contemporáneos, a la sinceridad, y que cierra con la siguiente sensata declaración de Hemingway: "Incluso di lecturas de los trozos ya listos de mi novela, que viene a ser lo más bajo en que un escritor puede caer".
Uno que aún sigue rondando por estos lares es Eduardo Galeano, escritor relativamente populista y difícil de clasificar en ocasiones, cruzando la frontera entre ficción y no ficción, mezclando géneros, pero siempre con un interés muy comprometido, el de hablar de América Latina en su diversidad de ángulos; particularmente su reputado ensayo Las venas abiertas de América Latina, publicado a principios de los setenta; por entonces periodista, Galeano investigó la historia de Suramérica por tal de entender su presente; un presente marcado por la violencia política (publicóse poco antes del golpe de estado en Uruguay). Galeano tiene muchos libros publicados, y mi conocimiento de ellos es más bien pobre, pero reivindico firmemente su narrativa breve.
Para cerrar este breve repaso he pensado en varios escritores, pero para oxigenar un poco la selección con poesia, mencionaré a Cristina Peri Rossi. Mujer que lleva viviendo desde hace décadas en Barcelona, y que contaba con el soporte del mismo Benedetti. Ensayista, narradora, traductora (de Lispector, entre otros) y más que nada, poetisa. El otro dia paseando por una librería me topé con su poemario "Playstation" que ganó el pasado año el premio Loewe de poesía, "una recopilación, un anecdotario sobre escritores, y situaciones e injusticias que he vivido en los últimos años", en sus propias palabras. Escribió sobre Benedetti: Esa especie de tristeza inconfundiblemente montevideana, una nostalgia imprecisa, como la de la poesía y un sentido del humor casi siempre negro, salpicado de ternurismo.
¡Salud, uruguayos de la tierra!
Por supuesto empezar toda lista con Horacio Quiroga es ir a seguro. La relación que mantuvo Quiroga con la muerte, mientras vivo, es de una peculiaridad innegable. Vio como seres queridos tiraban la vida por la ventana, accidentalmente o no, y finalmente decidió automatarse; habitual es encontrar en sus cuentos motivos relacionados con ello, un tipo de fascinación turbia que no debería eclipsar otros aspectos de su trabajo. Sin ánimo de enterrar el biografismo, fue también un hombre de aventura, manteniendo un idilio constante con la selva, la jungla, la intemperie. Podemos encontrar en sus relatos premisas puramente fantásticas junto con reflexiones más sociales de los indígenas del territorio; abrió camino para las letras suramericanas mediante una literatura bruta, modernista y atemporal.
Siguiendo un orden más o menos cronológico, aunque saltando unos pocos años, encontramos a Felisberto Hernández, admirado cuentista, con Italo Calvino y Cortázar en su club de fans (y fuera Borges quien publicara su relato "El Acomodador" en la revista Los Anales de Buenos Aires). Felisberto era ante todo pianista, y diversas de sus historias las protagonizan músicos o artistas vagamente similares a él; narrativa breve fantástica basada en la nostalgia y el misterio de los desconocidos, todo dentro de una urbanidad uruguaya. Y todo, por supuesto, inspirado notablemente por el sonido de las notas; dejó su oficio de pianista para dedicarse íntegramente a la escritura, pero evidentemente nunca dejó de tocar el instrumento en su cabeza. Un ambular de pianista absurdo, aquella modestia de acciones, aquella digna invisibilidad que acompañaron a Felisberto y a su obra durante la mayor parte de su vida constituyen el sello de honor de su personalidad literaria.
Juan Carlos Onetti también fue deslumbrado por Felisberto. Onetti es probablemente el gran narrador uruguayo del siglo veinte, con más de quince novelas escritas. Aunque empezó a escribir tardemente, títulos como La Vida Breve, Juntacaveres o El Astillero son piezas fundamentales de la literatura del país, retratos de hombres ciegos, perseguidores de ilusiones perdidas. Bien leídos tenía a Arlt y Conrad, entre otros. Fue encarcelado por la dictadura en 1973, después de lo cual se exilió en España, donde permaneció hasta la muerte. De curioso interés tiene su decálogo para escritores jóvenes, donde llama a la mentira, a la simplicidad, a la lectura de los contemporáneos, a la sinceridad, y que cierra con la siguiente sensata declaración de Hemingway: "Incluso di lecturas de los trozos ya listos de mi novela, que viene a ser lo más bajo en que un escritor puede caer".
Uno que aún sigue rondando por estos lares es Eduardo Galeano, escritor relativamente populista y difícil de clasificar en ocasiones, cruzando la frontera entre ficción y no ficción, mezclando géneros, pero siempre con un interés muy comprometido, el de hablar de América Latina en su diversidad de ángulos; particularmente su reputado ensayo Las venas abiertas de América Latina, publicado a principios de los setenta; por entonces periodista, Galeano investigó la historia de Suramérica por tal de entender su presente; un presente marcado por la violencia política (publicóse poco antes del golpe de estado en Uruguay). Galeano tiene muchos libros publicados, y mi conocimiento de ellos es más bien pobre, pero reivindico firmemente su narrativa breve.
Para cerrar este breve repaso he pensado en varios escritores, pero para oxigenar un poco la selección con poesia, mencionaré a Cristina Peri Rossi. Mujer que lleva viviendo desde hace décadas en Barcelona, y que contaba con el soporte del mismo Benedetti. Ensayista, narradora, traductora (de Lispector, entre otros) y más que nada, poetisa. El otro dia paseando por una librería me topé con su poemario "Playstation" que ganó el pasado año el premio Loewe de poesía, "una recopilación, un anecdotario sobre escritores, y situaciones e injusticias que he vivido en los últimos años", en sus propias palabras. Escribió sobre Benedetti: Esa especie de tristeza inconfundiblemente montevideana, una nostalgia imprecisa, como la de la poesía y un sentido del humor casi siempre negro, salpicado de ternurismo.
¡Salud, uruguayos de la tierra!
Estic d'acord, sobretot amb Onetti i Galeano, però Benedetti és un poc més gran del que dius... me fa ganes llegir alguna cosa de la darrera autora... interessant, molt interessant...
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