martes, 3 de marzo de 2009

Merzbow, pintar el ruido

Escuchando una de las últimas obra del experimental japonés Merzbow, "Hodosan", resulta inevitable reflexionar sobre el centenario futurista del que tanto se ha hablado estos últimos días. ¿Es Masami Akita (individuo-sombra detrás del apodo Merzbow) político en algún sentido, o intenta incinerar museos? Lo segundo aún está por descubrir, dado su debatido "terrorismo sonoro", pero sus collages de distorsión y drones no parecen ser precisamente reivindicativos, o aún menos sociales. Si bien sabemos que el artista se licenció en la universidad de Tamagawa, cursando la carrera de Teoría del Arte; es también escritor de ensayos sobre diversidad de materias, entre ellas la pornografía, los derechos animales o, precisamente, música avant-garde. Por tanto, tenemos a un culto investigador del arte de la improvisación - "Hodosan", la pieza mencionada, nos presenta un Akita violentamente ruidoso, brutal, dando vía libre a las válvulas y al feedback, sin descanso. La acumulación de clavadas sónicas, de capas de sonido granulado y descontrolado, llega a clímaxes muy merzbowianos. Resulta ser muy interesante, pero, ¿por qué un desfile de ruidos aparentemente fragmentarios y oscuramente insistentes puede despertar interés alguno, por no decir ya fascinación? Akita es el hijo bastardo de la era industrial: aunque su principal preocupación siempre ha sido la relación entre el RUIDO y el SILENCIO, ciertamente podemos notar tintes de estilos musicales diversos en sus panoramas ruidistas; los sintetizadores vigilantes de "Aki Meme", los ritmos percusivos de "Antimonument", las atmosferas terroríficas y metaleras de "Venereology", el minimalismo atronador de "Akasha Gulva", etc. Por tal de entender los drones, no podemos aplicar una lógica musical basada en la melodía, aunque la puedan contener. Es popular la afirmación que sin los Beatles, no podríamos tener hoy día artistas como Sunn O))), pero por supuesto eso es un error. Las dos escuelas se erigen sobre supuestos absolutamente distintos, por mucho que se crucen.

Merzbow es un caso perdido para muchos, un obseso de la traca imposible de ser escuchada, inaguantable, pero muy inteligentemente cuela alteraciones, matices dentro de esos truenos sónicos, creando sutilmente su propio arte del ruido. Y aquí debemos considerar, por supuesto, a Luigi Russolo, futurista y primer ruidista de la historia, quien escribiera precisamente un texto llamado "L'arte dei rumori", es decir, el arte de los ruidos. ¿Qué separa la reflexión del italiano de las bombas sónicas de Merzbow? Casi cien años de experimentación - período en el cual podemos (y de hecho, debemos) relacionar y remarcar la presencia de teóricos del ruido como John Cage, Pierre Schaeffer, David Tudor, Hugh Le Caine y más tarde contemporáneos de Akita como Nurse With Wound o Hanatrash y toda la escuela ruidista japonesa de los noventa, pero para nada ninguna figura del rock - hacia una mayor apertura del acceso a grabaciones de ruido. Russolo decía en ese revolucionario pseudo-manifesto que los ruidos movían la cultura y las masas, quería incorporar la belleza del ruido industrial a la estética de la música; pensaba en un futuro plagado de ruidos, de máquinas ruidosas, integradas con la cotidianidad más immediata. Comprendía bastante bien nuestra relación incómoda con el ruido, aunque constataba que acabaríamos acostumbrándonos a su incesante celeridad - pero sigue causando una resistencia, por tanto imposiblemente entrará dentro la normalización de la música de masas, ¿pero acaso no es social, política, ni que ligeramente, esa resistencia? ¿No es un producto del juicio que supone la anormalidad del ruido como algo "escuchable"? Por supuesto el reto del ruido se basa en su dificultad de comprensión - no puede ser experimentado de manera controlada, relajada, es un ataque constante a las orejas, hasta un punto en que no sólo se escucha a través de ellas. Porque es una liberación; la pérdida del sentido en buscar inicio y final, en constatar una estructura, en organizar el sonido mediante el pensamiento. Y por eso mismo, pide al oyente mucho más de lo que está habituado; le pide encontrar alegría en esa pérdida. No hay repeticion, no hay crescendo - es un contínuo infernal. Y a veces, el silencio.

Merzbow, por supuesto, es todo esto. Tendrá sus variantes, sus vertientes más psicóticas o abrasivas, pero entiende las divagaciones de Russolo. Podemos entender diversos de sus "álbumes" como eclipsantes máquinas de ruido, con fugas y fracturas, pero funcionando a todo vapor - la dinámica de la industria, de los vehículos; atributos de futurismo puro. Esos edificios de distorsión magna son, además, pura FORMA, sin discurso coherente o exacto. Aunque precisamente algunos de los álbumes suponen comentarios de Akita sobre el mundo, como "Dolphin Sonar" (también de 2008), sobre los derechos animales, nunca los ilustra con contenido lírico discursivo - quizás protesten, pero simbólicamente (la forma como motor, otro principio futurista). La destrucción, el silencio - conceptos que vienen a la cabeza al escuchar Merzbow. Aunque nos presente un material altamente complicado de leer, el esfuerzo supone acceptar el ruido como lugar común. Lo que el futuro hará del ruido aún está por ver, pero su potencial lleva ya cien años de incubación, y su predisposición a las masas cada vez resulta menos improbable.


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